sábado, 11 de febrero de 2012

Pobre diablo

Me encontraba en el Parque de La Paz, en uno de los columpios. Me balanceaba tranquilamente casi meciéndome, para tranquilizarme. Pensaba en mi infancia y adolescencia en aquel parque. Los buenos ratos que sucedieron aquí con amigos, ex novias. Buenos recuerdos, sensacionales. Pero de aquello ya no quedaba nada, me convertí en el ser que nunca quise ser. Un “etaqueti”. Un ladrón. Aprovechándome de las familias y su vulnerabilidad, su bondad. Haciéndoles creer, que lo que yo les proponía en el banco; les serviría para su felicidad futura. Mentira, toda una falsa escondida tras una sonrisa amable de plástico. Después ellos no podían pagar o se veían obligados a hipotecar casas de familiares. Yo creía que estaba haciendo lo correcto, pero no era así. Sino todo lo contrario. Les robaba no solo sus pertenencias, sino también su dignidad como personas. Lloraban ante mí preguntándome que sería de ellos en un futuro. No me importaba. Yo les había ofrecido algo y después ellos no cumplían con lo pactado. Así es la vida.
Era de noche. Debían ser las cuatro de la madrugada aproximadamente. Saque un paquete de Pueblo, me lie un pitillo y me lo encendí. Exhale el humo, miraba fijamente como el viento se lo llevaba rápidamente, al igual que se habían desvanecido las pertenencias de esas familias y incluso la mía actualmente. Me despidieron del banco, por no querer firmar unos papeles. Dinero negro que entraba al banco, querían que yo lo firmara para tener un cabeza de turco por si las moscas, nadie quería mojarse en aquello en ese momento. No sé de donde salía pero si nadie quería firmar aquello, por algo seria. Y ahora años después sin un céntimo en el bolsillo, sin casa; sin amigos y sin novia. Veía desde el lado de aquellas familias lo que sufrieron en su momento y me sentía despreciable.
Mi novia me dejo en cuanto vio el panorama al que nos tendríamos que enfrentar poco después de mi despido y me abandono, me dijo que no quería vivir una vida de pobreza, hizo las maletas y desapareció de mi vida para siempre. No encontraba trabajo. En la mayoría de los bancos estaba la plantilla completa y tenían contrato fijo, era poco probable que despidieran a alguien.
En el suelo tenía una botella de Whisky JB de la que daba grandes tragos que calmaban mi rabia y furia hacia esta sucia prostituta que teníamos por políticos y sociedad. A grandes rasgos mi vida había sido una basura de la cual no se podía reciclar nada. Me había vendido al mejor postor como una puta barata. Buscando un trabajo bien remunerado. Sangrando a los demás de una forma despiadada, ávido de ascensos lo más rápido posible.
Apure el cigarrillo y le di otro buen trago a la botella. Saque una Walter P99 que tenia sujeta en el interior del pantalón. La mire. Era un arma pequeña de poco peso, semiautomática. Mire a mí alrededor, no se veía a nadie. Me apunte a la sien. Me sentía vacio y enfermo por todo lo que hice cuando trabajaba en el banco. Así que, era hora de marcharse. Adiós

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