jueves, 2 de febrero de 2012

Renacer

Estoy frente al mar con un café y tabaco disfrutando de una agradable compañía. El sol y la brisa marina me alimentan de algún modo. Es tal la paz y la tranquilidad que siento, por momentos. Y me hacen sentir que estoy vivo. Veo el humo azul del cigarro desvanecerse al igual que se desvanece la vida. Estoy envuelto en mis pensamientos a la vez que hablo con ella. Gran amiga que me ayudo en un momento difícil y que me devolvía a la realidad de la que yo tiempo atrás me había apartado inconscientemente sumido en un mundo lúgubre de depresión, ocultándome en mis pensamientos buscado la razón de mi ser y en el que buscaba el sentido terrenal de esta. Huyendo de las banalidades de lo material y superfluo. A lo que mucha gente se aferra con toda su fuerza y alma. Creyendo tener la felicidad absoluta. Mi felicidad material es mínima. Está en mi fotografía, mis libros y mi pintura. No necesito un gran televisor de plasma y un coche potente para sentirme feliz. Es más me encanta moverme a pie o en bici. Ellos han sustituido al alcohol. Que no tenía sentido alguno. Por el hecho de que al día siguiente eres un cadáver en vida y no puedes hacer nada. Con ello no quiero decir, que no se pueda disfrutar de una buena copa y tomarla con tranquilidad sin intención alguna de acabar ebrio, siendo consecuente con ello. Me siento resurgir de las cenizas en las que me había convertido, encontrado mágico el hecho de leer y aprender cada día más. También es algo paradójico. Porque cuanto más se, más ignorante me siento cada día que pasa, acumulándose en mi mente todos los libros de los cuales me gustaría leer y aprender todo lo posible. Alejándome también de toda religión y sus condenas y pecados que de nada sirven. Lo único que hacen es negar al ser humano lo que es. reprimiéndolo todo lo posible hasta convertirlo en NADA. Mi plenitud no está en la fe religiosa, sino en la fe en el poder de la mente, la imaginación y el aprendizaje diario para ser cada día mejor persona. Era lo que me falta a mi. Creer en dios y en los pecados, para suprimir del todo mi persona y mis verdaderos deseos y anhelos que no son para nada inmorales. El día que muera, si hay algo al otro lado, que se el, el que dicte mi condena. Ya que no creo en palabras de hombres puestas en bocas de dioses, que ni siquiera ellos han llegado a conocer.

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